EL VERDE VALLE

El calor era tremendo. Tenía la lengua la pegada al paladar y los labios costrosos y agrietados, pegados entre sí. Yacía medio enterrado en la arena rojiza, bajo la gigantesca duna por la que había caído rodando y dejando un rastro sobre su inmaculada ladera. Ya no tenía ya fuerzas para volver a levantarse. !Se había rendido ya a su inevitable destino!. Entre las alucinaciones de moribundo, algún pensamiento lúcido aún se abría paso dentro su cabeza recalentada: Tres días ya sin agua ni alimento, perdido en las profundidades del Desierto de Gobi. ¿Que hacía un asturiano agonizando en pleno desierto?, ¿Por qué coño estaba él a punto de morir allí ?. La respuesta llegó rápida: !Por el de Fausta!, !Si! !Si, exactamente por el coño de Fausta! ¿ por qué siempre hay una mujer detrás de las grandes locuras del hombre? ¿Por qué leches un poeta sedentario como él se dejó arrastrar a esa extravagante aventura en busca de fósiles de dinosaurio en lo más ignoto de Mongolia. ¿Es que el amor siempre puede con el sentido común de un hombre? Sentía llegar el final y resignado, cerró los ojos recordando a su tierra; si iba a morir… le hubiera gustado que el Paraíso se pareciera un poco al verde valle donde nació.