Han
pasado cuarenta años y parece que fue ayer cuando dejé mi casa de piedra y cal.
Por el camino de los cerezos bajé despacio un frío día de enero dejando atrás las empinadas
calles de mi aldea con sus destartalados tejados pardos.
Tomás, había hecho su vivir en las
lejanías donde le llevó con parsimonia aquel enorme buque blanco y azul; Pero nunca, ni un solo día, dejó de echar de
menos los olores de su calle: el humo de los hogares, el pan recién hecho, el
heno segado a guadaña y hasta el de la cuadra
del ganado. Ahora volvía, hacía tiempo que los suyos ya formaban parte del polvo que fertilizaba la
tierra. Esos mismos cerezos que le
despidieron en silencio, habían reconocido su rostro envejecido y le daban la
bienvenida con sus blancas flores...!Gracias Chicos! emocionado por el gesto, es
lo único se le ocurrió decir...
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